El pasado sábado 22 de febrero los festivos Buhós daban un concierto en la sala Music Hall de Barcelona. Allí estuvieron Rob y Fernando Acero y hoy nos desvelan cómo fue la noche.

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Sábado, 22 de Febrero de 199… Diantre, otra vez.¡
Sábado, 22 de Febrero de 19… Hum. A ver si de otra forma…
Este pasado sábado día 22 de Febrero de 1996… ¡Agh! ¡Otra vez!

Lo siento, no soy capaz de juntar la fecha exacta. El año es 2014, lo juro; eso dice mi calendario, eso dice mi ordenador, eso dice mi móvil… ¿Por qué entonces me siento así? ¿Por qué estas ganas de comerme un bocadillo en el recreo, pensar en si la chica que me gusta es virgen y si algún día habrá secuelas de “Star Wars”? Me siento en una página distinta a la actual, en un viaje de regresión a otro tiempo en que el rock festivo y callejero ocupaba la mente joven; es este tipo de rebeldía controlada, el que te hace sentir furioso de adolescente y te hace sonreír con nostalgia cuando la miras con años de distancia.

Pero esto no va de mí. Ni siquiera va de mi compañero Acero, quien no sólo me acompañó a por un café y un donut sino que además me amenizó muchísimo un concierto que ya de por sí fue entretenido.

El Music Hall, situado a apenas unos segundos de la salida del metro, nos dio la impresión de ser un poco pequeña; el hecho de que las entradas estuvieran agotadas hacía que nos planteáramos una y otra vez si habría sitio para todo el mundo; sin embargo, la sala no sólo está perfectamente aprovechada, sino que éramos mucha gente, a dos niveles distintos, y no era difícil tener una buena vista del escenario desde cualquier punto de la sala.

Después de esperar durante un rato algo excesivo (la mayoría de la gente entró cuando eran las 20:45, y las puertas llevaban abiertas una media hora; aun así esperamos hasta casi las 21:20; las penas con pan son pocas, eso sí) Búhos entraron fuertes, saludando después de la primera canción y haciendo una introducción más formal tras la segunda, lo que me hace pensar que tal vez fueran conscientes de que el tiempo apremiaba.

Liderados por su vocalista y showman, Guillem Solé, Búhos saben valerse de su espíritu juvenil, desenfadado y divertido; sin apenas parones entre canción y canción. No en vano una de las canciones más conocidas de la formación catalana es “Festa Major”, pues el espíritu festivo está presente en sus temas.

Acero y yo empezamos el concierto muy mecánicos y “profesionales”, centrados en conseguir fotos para el reportaje desde varios ángulos. Después empezamos a tararear esas letras pegadizas. Después marcábamos el ritmo con los pies y nos mirábamos mientras ladeábamos la cabeza al ritmo de la música. Y después cantábamos sonriendo, como si estuviéramos en una plaza una en pleno verano, con la cabeza a medio camino entre los exámenes y las vacaciones de verano.

No faltó la agradable visita del grupo “Agua Bendita” como invitados especiales en mitad de la función, añadiendo más adrenalina a la mezcla y dando un pequeño y merecidísimo descanso al vocalista. Un ligero cambio de ritmo, pero muy bienvenido por parte del público, bien jóvenes en edad o en espíritu.

Tampoco faltaron referencias musicales a “Ska-P” y “Héroes del Silencio”, para aquellos perros viejos que crecieron durante el auge del rock juvenil en los ’80 y ’90, grupos que el grupo cita alegremente como influencias.

Tuvieron a bien regalarnos un “encore” con varias canciones más, todas ellas de corte algo más melancólico, anunciando la próxima despedida.

A nivel de ejecución y teatralidad se encuentran a medio camino entre lo cercano y amigable de “Platero y tú” y el estilo más grandilocuente de grupos catalanes como “Els Pets” o “Sau”. Se echa en falta un poco de interacción con el público, tal vez, pero puede que la falta de tiempo tuviera algo que ver.

De todas formas, disfrutamos muchísimo con el concierto. Sin darnos cuenta apenas, Búhos convirtieron una noche de invierno en una noche veraniega, y eso se traduce en todo un éxito; el grupo de Calafell no esconde su intención de hacerte pasar un buen rato, y como todas las buenas fiestas mayores admite a cualquiera que esté dispuesto a mirar hacia arriba o a mirar atrás durante unos acordes.

O en mi caso, durante casi una semana.

Ahora tengo que dejaros, si no acabo los deberes a tiempo no llego a ver “El príncipe de Bel-Air”.

Crónica: Rob
Fotos: Fernando Acero